Con su equipamiento de personajes para nada edificantes (codiciosos, asesinos, blasfemas, hechiceros, fornicadores) que disfrutan al máximo los placeres de la vida y se “hunden” a cada paso que dan, La Celestina, de acuerdo a las conclusiones finales del autor en “Concluye el autor aplicando a la obra el propósito final porque la acabo”, pretende ser una obra “moralizante”, de lo que no se debe hacer:
Pues aquí vemos quan mal fenescieron
aquestos amantes, huygamos su dança,
amemos a aquel, que espinas y lança,
açotes y clavos su sangre vertieron.
Los falsos judíos su haz escupieron,
vinagre con hiel fue su potación;
porque nos lleve con el buen ladrón,
de dos que a sus santos lados pusieron.
Pero esta enseñanza moral no está explícita en la obra, a la manera didáctica de la tradición literaria medieval, sino que el lector tiene que encontrarla por sí mismo y no caer en el error de consentir o disfrutar de las acciones de sus personajes: “el que lee, en virtud de ello, está obligado con grave responsabilidad a nutrirse del jugo moral de la obra, pero si no es así, el autor no incurre en falta” (Maravall, 1972:20)
No dudes ni ayas verguença, lector,
narrar lo lascivo, que aquí se te muestra:
que siendo discreto verás qu’ es la muestra
por donde se vende la honesta lavor.
De nuestra vil massa con tal lamedor
consiente coxquillas de alto consejo
con motes e trufas del tiempo más viejo:
escriptas a bueltas le ponen sabor.
La finalidad moral, sin embargo, no es ampliamente consensuada por la crítica, en la que se encuentran posturas muy diversas sobre casi todos los aspectos de la obra: desde la función de la magia a si Melibea estaba enamorada o no de Calisto antes que Celestina la visitara. Con todo, la ambigüedad de la obra parece ser su aspecto más consensuado. Revisemos algunos puntos al respecto.
Al tiempo que tenemos tamaña pretensión moralizadora con referencias cristianas en “Concluye el autor aplicando a la obra el propósito final porque la acabo”, el prólogo, en el que abundan referencias a los filósofos antiguos y citas de Petrarca, precursor del humanismo, no lleva ninguna referencia a la Biblia:
Todas las cosas ser criadas a modo de contienda o batalla, dize aquel gran sabio Eráclito en este modo: “Omnia secundum litem fiunt”. Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable memoria. […] Hallé esta sentencia corroborada por aquel gran orador y poeta laureado, Francisco Petrarcha, diciendo: “Sine lite atque offensione nil genuit natura parens”: Sin lid y offensión ninguna cosa engendró la natura, madre de todo”.
Otro aspecto relevante al hablar sobre la finalidad moralizante de la obra, son las drásticas muertes de los personajes y la exposición plástica de sus cuerpos hechos pedazos. En efecto Sanmartín (2005), siguiendo J. Thomas, afirma que los cuerpos muertos de La Celestina son el espacio del castigo. El despedazamiento y el descabezamiento se hacen simbólicos del castigo por el loco amor, la hechicería, el asesinato. “La mala muerte es ejemplar en sentido negativo, se trata de una retribución moral que restaura el orden (2005:49)”. Esto mismo es lo que señalábamos más arriba en “Concluye el autor aplicando a la obra el propósito final porque la acabo”:
Pues aquí vemos quan mal fenescieron/ aquestos amantes, huygamos su dança.
Con todo, las muertes pueden tener un efecto contrario. En el acto XIX, tras morir Calisto cayendo de la escalera y desparramándose sus sesos en el piso, Melibea declara:
¿Cómo no gozé más del gozo? ¿Cómo tove en tan poco la gloria que entre mis manos tove?
Melibea, que a lo largo de la obra se mostró “difícil” ante las sugestiones de Calisto, calificadas de “loco atrevimiento” (recordemos aquí la oposición entre el “buen amor”, el que conduce a Dios y su contrario, el “loco amor”), se arrepiente, no de sus actos desvirtuosos sino de no haber aprovechado más del gozo terrenal. Así, decide morir para encontrarse con su “señor Calisto”:
Su muerte combida a la mía, combídame e fuerça que sea presto, sin dilación, muéstrame que ha de ser despeñada por seguille en todo. (…) ¡O mi amor y señor Calisto! Espérame, ya voy.
Melibea se suicida, por lo tanto pierde su salvación y no tendrá sepultura entre los católicos. Ella se entregó a “su señor Calisto” en vida y en muerte. Sin embargo, su discurso es ambiguo, ya que en sus últimas palabras le ofrece su alma a Dios:
Dios quede contigo y con ella. A Él ofrezco mi alma. Pon tu en cobro este cuerpo que allá baxa.
De contrastes y bordes como los que acabamos de señalar está repleta La Celestina. Emerge en la obra una crisis de valores, se disputa la centralidad entre los efectos moralizantes de la lección cristiana y el carpe diem que predica el humanismo: la muerte como castigo y la muerte como invitación al disfrute de la carne mientras dure.