Este texto consiste en un análisis de la construcción del monólogo final de Melibea ante su padre en el acto XX de La Celestina. Una vez muerto su amante Calisto, cayendo de una escalera por accidente durante uno de sus encuentros amorosos nocturnos en el jardín de la casa de Melibea, ella decide suicidarse y sube a una torre pidiéndole a su padre que se quedara al pie de ella mientra le relata la causa de su muerte con un extenso monólogo. Desde nuestra lectura, este monólogo de Melibea presenta ambigüedades que nos proponemos analizar en las siguientes líneas. Iniciaremos señalando algunas presencias recurrentes en este discurso.
Este monólogo final se presenta en el texto como una explicación de la causa de su muerte: “Buen tiempo terné para contar a Pleberio, mi señor, la causa de mi ya acordado fin.”(p.232), “Si me escuchas sin lágrimas, oyrás la causa desesperada de mi forçada y alegre partida.”(p.233)
Melibea le relata a su padre cómo se enamoró de Calisto y cómo él con ayuda de Celestina concertó encontrarse con ella. Le explica también a su padre cómo se planificó el encuentro con Calisto a sus espaldas, en el cual perdió la virginidad, para que finalmente, una noche como cualquiera de las otras en las que se encontraron, por disposición de la “fortuna mudable”, Calisto cayó de la escalera con la que accedía al jardín y murió:
Muchos días son passados, padre mío, que penava por amor un cavallero, que se llamava Calisto, el qual tú bien conosciste. Conosciste assimismo sus padres e claro linaje: sus virtudes e bondad a todos eran manifiestas. Era tanta su pena de amor e tan poco el lugar para hablarme, que descubrió su passión a una astuta e sagaz muger, que llamavan Celestina. La qual, de su parte venida a mí, sacó mi secreto amor de mi pecho. Descubría a ella lo que a mi querida madre encobría. Tovo manera cómo ganó mi querer, ordenó cómo su desseo e el mío hoviessen efeto. Si él mucho me amava, no vivía engañado. Concertó el triste concierto de la dulce e desdichada execución de su voluntad. Vencida de su amor, dile entrada en tu casa. Quebrantó con escalas las paredes de tu huerto, quebrantó mi propósito. Perdí mi virginidad. Del qual deleytoso yerro de amor gozamos quasi un mes. E como esta passada noche viniesse, según era acostumbrado, a la buelta de su venida, como de la fortuna mudable estoviesse dispuesto e ordenado, según su desordenada costumbre, como las paredes eran altas, la noche escura, la escala delgada, los sirvientes que traya no diestros en aquel género de servicio e él baxava pressuroso a ver un ruydo, que con sus criados sonava en la calle, con el gran ímpetu que levava, no vido bien los passos, puso el pie en vazío e cayó
De este fragmento hay dos puntos que nos resultan particularmente interesantes para esta línea de lectura. En primer lugar, cuando Melibea se refiere al su encuentro sexual con Calisto, lo nombra como “deleytoso yerro”. Con esta nominación carga tal suceso con una connotación a la vez negativa, mediante el nombre “yerro”, y positiva, calificándolo con el adjetivo “deleytoso”. También, unas líneas antes, se refiere al encuentro sexual como “el triste concierto de la dulce y desdichada execución de su voluntad”. Encontramos aquí también una doble connotación del hecho narrado mediante adjetivos calificativos, el “concierto de la execución” de la voluntad de Calisto es triste y desdichado, a la vez que dulce.
En segundo lugar, cuando Melibea relata cómo fue la muerte de Calisto, advierte que la misma parece haber estado dispuesta y ordenada por la “fortuna mudable” de acuerdo a la “desordenada costumbre” de la misma. Nuevamente emerge una doble connotación – positiva y negativa – en el relato de Melibea: la muerte de Calisto fue dispuesta de manera “ordenada” por la fortuna “desordenada”.
Estas dobles connotaciones en el léxico con el que se valorizan los sucesos generan una ambigüedad que se hace presente a lo largo de todo el discurso de Melibea, como veremos a continuación.
La referencia a la propia muerte tiene también una valorización positiva y al mismo tiempo negativa, mediante adjetivos y nombres con estas connotaciones. Melibea se refiere a su muerte con nombres como “descanso”, “alivio”, “acompañada hora”, que al mismo tiempo es nombrada como “pasión” (en el sentido de sufrimiento), “pena” y “tiempo de soledad” para el padre: “Mi fin es llegado, llegado es mi descanzo y tu passión, llegado es mi alivio y tu pena llegada es mi acompañada hora y tu tiempo de soledad.”(p.234) Pero, a pesar de que es su tiempo de “descanzo y alivio”, más adelante dirá que se lleva “gran dolor”: “Gran dolor llevo de mí, mayor de ti, muy mayor de mi vieja madre.” (p.235)
En otro momento del discurso califica su muerte con adjetivos de connotación positiva como “alegre” y “agradable” y también de connotación negativa como “forçada”, “desesperada” y “triste”: “Si me escuchas sin lágrimas, oyrás la causa desesperada de mi forçada y alegre partida.” (p.233) “Algunas consolatorias palabras te diría antes de mi agradable fin.” (p.235). “Salúdame a mi cara y amada madre, sepa de ti largamente la triste razón porque muero.” (p.235)
En este punto podríamos preguntarnos por qué Melibea emplea un léxico que contrasta por su connotación negativa y positiva que produce este efecto de ambigüedad. Retomaremos esto más adelante.
Otro elemento que, desde esta lectura, contribuye a la construcción de la ambigüedad en el discurso de Melibea son los contrastes a nivel sintáctico. En ciertos momentos del discurso encontramos construcciones de voz activa y repentinos cambios a voz pasiva, abundancia de pronombres posesivos y verbos en primera persona singular que producen un efecto de individualización del discurso en contraste con enunciados en tercera persona y nominalizaciones[1] que hacen aparecer un punto de vista que se asimila a la voz colectiva. Estos contrastes sintácticos en el discurso de Melibea operan produciendo acercamientos y distanciamientos del enunciador respecto de aquello que se enuncia.
Voz activa a voz pasiva
El discurso de Melibea comienza siendo personal y particular. Ella le pide a su padre que no se acerque para no interrumpir su habla. Emergen desde el inicio, pronombres personales y posesivos en primera persona del singular: “Padre mío, no pugnes ni trabajes por venir adonde yo estó, que estorvaras la presente habla que te quiero fazer”. Inmediatamente, en la segunda oración de este discurso, se produce un distanciamiento de este “yo” que encontrábamos al inicio, en los pronombres y verbos en primera persona del singular, mediante el paso de voz activa a voz pasiva: “Lastimado serás brevemente con la muerte de tu única fija.” (p.235)
Primera persona del singular a tercera persona
Nuevamente, la tercera oración vuelve a tener presencias de abundantes pronombres posesivos de primera persona singular:
Mi fin es llegado, llegado es mi descanzo y tu pasión, llegado es mi alivio y tu pena, llegada es mi acompañada hora y tu tiempo de soledad. No habrás honrrado padre, menester instrumentos para aplacar mi dolor, sino campanas para sepultar mi cuerpo. Si me escuchas sin lágrimas, oyrás la causa desesperada de mi forçada y alegre partida. (p.233)
Y más adelante se produce un distanciamiento mediante el paso a una tercera persona, con ecos de las palabras de Diego de San Pedro[2], desde el cual se emite un punto de vista preconstruido, un saber general y compartido: “Porque quando el coraçón está embargado de passión, están cerrados los oýdos al consejo, y en tal tiempo las frutuosas palabras, en lugar de amansar, acrecientan la saña.” (p.234)
Nombres y nominalizaciones
Otro mecanismo que produce un distanciamiento del discurso individual a la voz colectiva son la abundancia de nombres y las nominalizaciones, que presentan un contenido como evidente, no susceptible de ser cuestionado: “Bien vees y oyes este triste sentimiento que toda la cibdad haze. Bien vees este clamor de campanas, este alarido de gentes, este aullido de canes, este grande estrépito de armas.” (p.234) En este fragmento podemos ver como las acciones sentir, clamar, aullar son subsumidas en compactos nominales y se presentan junto a otros nombres eventivos (alarido, estrépito). De este modo, Melibea comienza a relatar a su padre sus acciones, evidenciando el hecho con una connotación negativa desde un punto de vista colectivo – de hecho apela al “triste sentimiento que toda la cibdad haze” –. Con este inicio, los enunciados vuelven a estar construidos con pronombres personales y verbos en primera persona del singular:
De todo esto fuy yo la causa. Yo cobrí de luto e xergas en este día quasi la mayor parte de la cibdadana cavallería, yo dexé oy muchos sirvientes descubiertos de señor, yo quité muchas raciones e limosnas a pobres e envergonçantes, yo fuy ocasión que los muertos toviessen compañía del más acabado hombre, que en gracia nasció, yo quité a los vivos el dechado de gentileza, de inuenciones galanas, de atavíos e brodaduras, de habla, de andar, de cortesía, de virtud, yo fuy causa que la tierra goze sin tiempo el más noble cuerpo e más fresca juventud, que al mundo era en nuestra edad criada. E porque estarás espantado con el son de mis no acostumbrados delitos, te quiero más aclarar el hecho. (p.234)
A partir del discurso colectivo, Melibea nombra como “delitos”[3] sus acciones – es decir, algo reprobable para un determinado grupo social –. Melibea se declara como la causa de esa enumeración de acontecimientos que alterna un orden social, en el que los sirvientes tienen señor y los pobres limosnas, los vivos tienen dechado de gentileza, de invenciones galanas, de habla, de andar… de virtud.
Vemos de esta manera cómo se produce un efecto ambiguo en este discurso que se presenta inicialmente como individual en la abundancia de marcas del yo, ya que Melibea cuenta ante su padre la razón porque se suicida, a la vez que tiene momentos de distanciamiento en los que encontramos la tercera persona gramatical, voz pasiva y nominalizaciones propias de los discursos impersonales que en este monólogo se presenta a efectos de evidenciar un orden (social) de cosas desde el cual las acciones son calificadas negativamente como “delitos” y “yerro”.
Desde esta lectura, una posible respuesta a la pregunta que planteé anteriormente “¿por qué Melibea emplea un léxico que contrasta por su connotación negativa y positiva que produce este efecto de ambigüedad?” es que Melibea incorpora en su monólogo tan personal, la valorización del discurso social, lo que es “correcto o no” de acuerdo al mismo. Por eso califica su encuentro con Calisto como el “delytoso yerro”. Vemos como la “conciencia personalísima” de Melibea, tal como ha calificado Maravall a los personajes de La Celestina, se debate entre sus deseos y los valores del mundo social del que ella es parte.
Tal vez el gran logro de La Celestina se halle en esto: en haber llegado a crear individualidades de tan fuerte y singular carácter que impresionan como seres de carne y hueso, como seres que cada uno conocía en su dolor y en su drama, cuyo ejemplo quedaba grabado en cada uno, con la fuerza de algo acontecido de persona conocida y próxima. (Maravall, 1972:19)
Melibea declara suicidarse por amor, afirmando que una vez muerto “su señor Calisto” ella también debe morir para seguirlo en todo: “Su muerte combida a la mía, combídame e fuerça que sea presto, sin dilación, muéstrame que ha de ser despeñada por seguille en todo. (…) ¡O mi amor y señor Calisto! Espérame, ya voy.” (p.235) Pero desde esta línea de lectura podemos pensar también que toma la decisión del suicidio por quedar fuera de “lo aceptado” para ese orden social del cual ella forma parte, mediante sus “yerros” y “delitos”. Es así que, aun habiendo declarado que seguiría en todo a “su señor Calisto”, su discurso sigue siendo ambiguo hasta el final ya que antes de arrojarse de la torre le ofrece su alma a Dios: “Dios quede contigo y con ella. A Él ofrezco mi alma.” (p.236)
Bibliografía citada
Maravall, J.A. (1972): El mundo social de la Celestina. Madrid: Gredos.
Obra literaria
Rojas, Fernando De. La Celestina, Edición de Humberto López Morales, Madrid: Editorial Planeta, 2003.
[1] Para Ducrot (1986: 237) lo propio de la nominalización es que el locutor hace aparecer un punto de vista, un enunciador, que se asimila a la voz colectiva, a un SE. Según este autor, la nominalización nada dice de la inclusión o no del locutor en esa voz colectiva. García, Hall y Martín (2005:53) señalan que los “compactos nominales” suponen, por un lado, la puesta en escena de puntos de vista que no son el objeto de la enunciación, por lo que consideran que aquellos que permiten exponer puntos de vista “preconstruidos” o “presentados”; por otro lado, con las nominalizaciones el locutor presenta un contenido como evidente, como no susceptible de ser cuestionado.
[2] “Bien sabes, quando el coraçón está embragado de pasión, que están cerrados los oýdos al conseio, y en tal tiempo las fructuosas palabras en lugar de amansar, acrecientan la saña”; Vid. Castro Guisasola (1924:185)
Mi nombre es Anabella, soy de Argentina y soy profesora de español y examinadora del DELE.
Tengo un grado en lingüística y literatura de la lengua española (Profesora de Letras), por la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina.
Actualmente, además de dar clases de español, continúo mi carrera como lingüista haciendo investigación en gramática del español y variación lingüística en la Universidade Estadual de Campinas (Brasil).
Comparto mis escritos sobre literatura, lingüística y antropología en esta página web, además de mis unidades didácticas para aprender español.
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