En el campo de la traducción son de especial interés los trabajos del israelí Itamar Even-Zohar (1939- ) en relación con la llamada escuela de Tel Aviv. Su enfoque respecto a la traducción se encuentra en las antípodas de la prescripción, posición de la traductología que dominaba vinculada a la lingüística y se encargaba de normativizar cómo había que traducir. Muy por el contrario, a la escuela de Tel Aviv le interesa la traducción como fenómeno cultural, el foco está en ver qué hace la cultura receptora con esa traducción, para qué la usa, por qué la construye así y no de otro modo. La traducción de una obra siempre tiene algo para mostrarnos en relación a la cultura en la que se aloja.
Influenciado por los trabajos de los formalistas rusos y la semiótica de Lotman, Even-Zohar funda la Teoría de los Polisistemas, a partir de la cual estudia los fenómenos culturales (la literatura, la comunicación humana, la sociedad) como parte de un sistema funcional y dinámico (una formación cultural) que Even-Zohar decide llamar polisistema: “(…) el término ‘polisistema’ es más que una convención terminológica. Su propósito es hacer explícita una concepción del sistema como algo dinámico y heterogéneo, opuesta al enfoque sincronístico.” (Even-Zohar, 1990: 10)
En Even-Zohar la literatura aparece como un polisistema que está mediado por la formación cultural en la que se inserta. Even-Zohar elige hablar de polisistema literario y no de sistema literario, porque el término polisistema permite pensar las interrelaciones de las obras literarias de manera dinámica y funcional, mientras que la idea de sistema está vinculada a algo chato, estático, “sincronístico”.
El polisistema no está basado solo en textos, como podía ser pensado el sistema literario en los formalistas rusos. Es una red de relaciones que tienen que ver con la producción y la circulación de los fenómenos culturales, si bien es cierto que los textos son los fenómenos literarios más evidentes. Todo polisistema se va a conformar por una lucha entre diferentes estratos: un estrato periférico y un estrato central. Las obras literarias se desplazan del centro a la periferia o viceversa según las operaciones de canonización, que son habilitadas por los grupos culturales.
Esta perspectiva permite considerar cómo operan las traducciones en el marco cultural en que funcionan. Por ejemplo, un fenómeno que se ha estudiado mucho desde esta teroría es el caso de las traducciones falsas, traducciones apócrifas. En el polisistema ruso del siglo XIX, al haber una censura muy fuerte, era conveniente que ciertos autores publicaran sus textos como falsas traducciones de autores del extranjero ya que el polisistema tiene una tolerancia mayor hacia la literatura traducida que hacia la literatura vernácula. Algo que venía de afuera y era traducido se toleraba más que si lo escribía un escritor ruso. La traducción de una obra siempre dice algo respecto de la cultura que traduce.
Partiendo de que las obras escritas en el idioma propio de una literatura compiten entre sí por acceder a las posiciones canonizadas del sistema, Even-Zohar se pregunta cómo funciona la literatura traducida en este contexto, apuntando dos cuestiones principales. En primer lugar, no se traduce cualquier obra al azar, ni de cualquier otra literatura, pues su selección está condicionada por el papel que estas jugarán en la literatura de destino: “Por el modo en que los textos de origen son seleccionados por la literatura receptora, pues nunca hay una ausencia total de relación entre los principios de selección y los co-sistemas locales de la literatura receptora” (Even-Zohar, 1999:224)
En segundo lugar, la literatura traducida se relaciona con el polisistema local “por el modo en que adoptan normas, hábitos y criterios específicos – en resumen, por su utilización del repertorio literario – , que resulta de sus relaciones con otros co-sistemas locales” (ídem). En otras palabras, la manera en que se traducen las obras (las normas que se aplican a los textos), también es el resultado de las relaciones entre la literatura de origen y la de destino. Even-Zohar encuentra imperativo considerar estos problemas, pues lo cierto es que las obras traducidas conviven con las de la literatura local y participan en la historia del polisistema de destino como parte integral del mismo.
El lugar que ocupará la literatura en el polisistema en cuestión (posición central o periférica) dependerá de la organización específica del polisistema. Even-Zohar enlista tres casos en los que la literatura traducida ocupa una posición central, es decir, que está involucrada en la creación de un nuevo repertorio y aporta ciertos rasgos (modelos de realidad, un lenguaje poético nuevo, nuevos modelos y técnicas compositivas) que no estaban presentes en ese polisistema:
I. El primer caso es el de las literaturas jóvenes, que están en proceso de construcción.
La Argentina de inicios del siglo XX se caracterizó por la gran cantidad de inmigrantes. La población aún no estaba alfabetizada en español y era necesario generar lectores. En este contexto, la Biblioteca de La Nación lanza el primer gran proyecto editorial de circulación de literatura traducida en Argentina[1]. Una colección de 872 títulos que se publicaron entre 1901 y 1920. La literatura argentina tenía ciertas zonas de vacancia y necesitaba ser completada con estas traducciones (Willson, 2008). La traducción se enmarca así en un proyecto nacional de lectura, de formación de lectores en español. Como la literatura argentina era joven, la traducción tuvo una función de proveedora de textos. El canon de literatura argentina se constituirá tardíamente, en la década del 20, a partir de la figura del escritor periodista (Roberto Arlt, Alfonsina Storni).
II. El segundo caso se trata de las literaturas periféricas o débiles, o ambas cosas:
Para las literaturas periféricas la literatura traducida no constituye solo un importante canal que les permite incorporar un repertorio “de moda”, sino también un medio para reajustar y proporcionar nuevas alternativas. Así, mientras que las literaturas más ricas o fuertes tienen la opción de adoptar novedades de algún sistema periférico dentro de sus propios límites, para tales casos las literaturas “débiles” con frecuencia dependen estrictamente de la importación (Even Zohar, 1999: 227).
En una nota publicada en El País, Juan José Saer realza la importancia que tuvo la traducción del Ulysses de Joyce por J. Salas Subirat, publicada en 1945, para la literatura y los escritores argentinos de los años ’50 y ‘60. Esta traducción, proveniente de una literatura central como es la de habla inglesa, viene a traer al polisistema argentino “la materia viviente del habla que ningún otro autor había sido capaz de utilizar”:
El Ulises de J. Salas Subirat (la inicial imprecisa le daba al nombre una connotación misteriosa) aparecía todo el tiempo en las conversaciones, y sus inagotables hallazgos verbales se intercalaban en ellas sin necesidad de ser aclaradas: toda persona con veleidades de narrador que andaba entre los 18 y los 30 años, en Santa Fe, Paraná, Rosario y Buenos Aires, los conocía de memoria y los citaba. Muchos escritores de la generación de los cincuenta o de los sesenta aprendieron varios de sus recursos y de sus técnicas narrativas en esa traducción. La razón es muy simple: el río turbulento de la prosa joyceana, al ser traducido al castellano por un hombre de Buenos Aires, arrastraba consigo la materia viviente del habla que ningún otro autor -aparte quizá de Roberto Arlt- había sido capaz de utilizar con tanta inventiva, exactitud y libertad. La lección de ese trabajo es clarísima: la lengua de todos los días era la fuente de energía que fecundaba la más universal de las literaturas. (Saer, 2004)
Años antes de que surgiera la traducción de J. Salas Subirat, en 1925, Borges publicaba en la revista Proa una versión de la última hoja del Ulysses (el monólogo de Molly Bloom). En esta traducción Borges elimina todo contexto y todo cotexto. Borges traduce a Joyce voseante con una selección léxica marcada, algo impensable en la traducción de ese momento. La traducción está plagada de marcas del español rioplatense. Se eliminan los topónimos (nombres de lugares) introduciendo giros coloquiales, coloreando al monólogo con un estilo “argentino”, elaborando el cronotopos de la Pampa argentina. Lo que Borges no cambia de Joyce es el estallido de la sintaxis. Como el polisistema argentino se sitúa en la periferia, es una literatura débil, Borges se da el gusto de usar como quiere el patrimonio occidental, hace un uso irrestricto del patrimonio del centro (Waisman, 2005).
III. El tercer caso en el que la literatura traducida ocupa una posición central es cuando existen puntos de inflexión, crisis o vacíos literarios en una literatura. Es decir, cuando faltan modelos.
Entre 1945 y 1956 José Luis Borges y Adolfo Bioy Casares dirigen la colección de novelas policiales “El Séptimo Círculo”[2] de la editorial EMECÉ – por referencia al círculo de los violentos del infierno de Dante –, ocupándose de los primeros 139 títulos. El Séptimo Círculo expresa una moral formalista: el ideal compositivo como algo de rigor (la novela policial se caracteriza por su rigor formal) que se opone a los “monstruos del realismo” y a “lo real peronista”. La escritura “bien hecha” aparece como un modelo frente al caos y el desorden de lo real (el primer peronismo). El policial no estaba cultivado en la Argentina e ingresa a partir de la traducc
La posición periférica es la más habitual para la literatura traducida. Cuando la literatura traducida es periférica no influye sobre los procesos más importantes y se construye de manera conservadora de acuerdo a las normas del modelo dominante en la literatura receptora
Esto no debe entenderse esquemáticamente, ya que no siempre la literatura traducida va a ser o periférica o central, sino que puede haber variabilidad de la posición. Un parte de la literatura traducida puede asumir una posición central, mientras que otra puede permanecer en la periferia. Un ejemplo de esto es la comparación entre las traducciones del inglés que, por ser la lengua franca a partir de la segunda mitad del siglo XX, se imponen frente a las traducciones de literatura proveniente de lenguas más periféricas en el polisistema actual.
[1] https://www.clarin.com/rn/edicion-impresa/biblioteca-Nacion_0_Hys4_ynPXx.html
[2] Artículo de Pablo De Santis sobre la historia de esta colección: <http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?7380,7>
Referencias bibliográficas
Even-Zohar, Itamar. (1990) Teoría de los polisistemas. Traducción de Ricardo Bermudez Otero.
Even-Zohar, Itamar. ((1978)1999). “La posición de la literatura traducida en el polisistema literario” en Teoría de los Polisistemas. Madrid: Arco.
Saer, Juan José. (2004) El destino en español del ‘Ulises’ [en línea]. Consultado el 26 de julio de 2019 en < https://elpais.com/diario/2004/06/12/babelia/1086997822_850215.html >.
Waisman, Sergio. (2005) Borges y la traducción. La irreverencia de los márgenes, traducción de Marcelo Cohen, Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Willson Patricia (2008). «El fin de una época: letrados–traductores en la primera colección de literatura traducida del siglo XX en la Argentina». trans: Revista de Traductología 12, 29–42.
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